Vivimos en un mundo cambiante, exigente, implacable por la velocidad que nos impone, en el que los profesionales somos escrupulosamente examinados y estamos siempre sometidos a las demandas de objetivos, clientes o el propio mercado. Decir todo esto es una enorme obviedad, pero no por ello menos cierta. Nuestro entorno no es tolerante ni complaciente,