
Cuando tuvimos que elegir el primer trabajo, cuando decidimos a lo que nos queríamos dedicar, hace ya tantos años, (para los que tenemos más de cincuenta), lo que teníamos en la cabeza era especialmente sueños, proyecciones de futuro, un anhelo por la una vida acomodada y llena de bienestar, cada uno a su medida.
Hoy treinta o cuarenta años después acumulamos experiencias y circunstancias, los sueños son para nuestros hijos y la resignación ha entrado en nuestras vidas de la mano de una crisis económica, política y social que ha cercenado proyectos, trabajos, empresas y vidas. La desesperanza puede haber anidado en nuestras vidas y contemplamos la vida desde una agonía existencial al ver como todo lo que se proyectó y planificó, en parte se cumplió, en parte no, y todo, o casi todo, toca a su fin. Toca bajar de la montaña al valle del reposo eterno.
Más resulta que la vida, que evoluciona, también lo hace desde la crisis, o mejor lo hace gracias a ella, crea y genera oportunidades donde antes no las había. La vida es una experta en generar nuevos escenarios, en evolucionar, pues es lo suyo, es su expertise, su especialidad y pericia. Y hete aquí que ha posibilitado gracias al avance tecnológico, fundamental propiciado por mentes despiertas a esta campo de las startup que son casi todos nativos tecnológicos, es decir, gente muy joven, que sea necesario, no sólo conveniente, que los emprendimientos cuenten con un bagaje de experiencia de vida que muchos emprendedores jóvenes no tienen.
Para que nos entendamos, un maridaje perfecto para un calimocho, es una buena, chispeante y juvenil coca-cola mezclada con un buen, buen, caldo de crianza de los viñedos españoles. Este aporte de la uva madurada en barrica durante años le puede dar a la bebida juvenil ese toque de distinción y prestancia que le falta en muchas ocasiones por falta de presupuesto, o gusto, del que hace la mezcla.
Bromas aparte. Es el momento de levantar la mirada y hacer de la experiencia el valor absoluto de nuestro patrimonio intangible y sacarlo para ofrecerse en el mercado local o universal como un maridaje perfecto en el devenir de los emprendimientos de la gente joven.
Hagamos buen calimocho, embotellémoslo y comercialicémoslo y revolucionemos el mundo del botellón con un producto innovador por contar con ese ingrediente que sólo puede aportar en la vida quien ha pasado por ella durante tantos años. Y de eso los cincuentenos tenemos mucho. Siempre Adelante.