La capacidad de emprender, la determinación de iniciar proyectos, ofrecer nuevos servicios y, generar empleo, es uno de los aspectos de mayor relevancia social y académica en nuestros días.
Social, en cuanto a la clara incidencia que los proyectos de nuevos emprendedores que salen adelante, tienen en el bienestar y nivel de vida de los ciudadanos.
Desde el ámbito académico, los emprendedores reciben extensa atención, tanto por sus logros y el consiguiente estudio para entenderlos, como por la educación en emprendimiento. Emprender puede aprenderse.
Debe también citarse aquí la importancia de la figura de tantos hombres y mujeres que, en empresas y organizaciones muy diversas, también practican el emprendimiento, aportando nuevas ideas, creando estilos de gestión nuevos y rediseñando el futuro, en una función que puede definirse como propia de intra-emprendedores y debe apoyarse al máximo.
Precisamente la personalidad emprendedora, motivó ya en 1977, un artículo de Kets de Vries: The Entrepreneurial Personality: A Person at the Crossroads, cuya vigencia permanece muchos años después, en un entorno económico que ha cambiado, de gran aceleración, por el fenómeno de las start-ups y por las nuevas formas de gestión, derivadas de Internet.
Kets de Vries (INSEAD Global Leadership Centre) ve al emprendedor como la persona capaz de desenvolverse bajo la influencia de fuerzas, internas y externas que le llevan a una encrucijada personal que debe resolverse en cada caso.
La investigación empírica va creando una cierta zona de consenso en relación a las características de la personalidad emprendedora, los profesores Paul Westhead (Durnham University Business School) y Mike Wright (Imperial College Business School), recopilando trabajos recientes, las resumen, dicha personalidad en base a:
- Propensión a aceptar ciertos riesgos
- Tener la necesidad de conseguir metas
- Tolerar la ambigüedad propia del mundo económico
- Convicción de que, con trabajo y determinación, se superan los problemas
- Tener conciencia de la situación real que envuelve al emprendedor
- Curiosidad intelectual, apertura a las novedades, actitud creativa
- Estabilidad emocional (calma, temperamento, autoestima)
- Actitud positiva, cooperación, simpatía y comprensión hacia los otros
La importancia de formarse durante toda la vida (lifelong development) y saber reinventarse, es crucial en nuestra sociedad, en nuestro momento histórico.
Es precisamente en este punto que adquiere especial relevancia un texto publicado hace algún tiempo, en Harvard Business Review, por Whitney Johnson, en el que se revisan algunas ideas erróneas y preconcebidas sobre la edad de emprender.
Johnson se basa en las ideas del psicoanalista Erik Erikson quien estableció varias etapas en la vida de las personas, destacando que la que contiene mayor creatividad, junto con conocimiento acumulado y criterio es precisamente la que va de los 40 a los 64 años, aumentando por causa de la longevidad creciente.
La imagen que los medios de comunicación dan del nacimiento de muchas “start ups” muchas veces vinculadas a aplicaciones en dispositivos móviles, suele estar acompañada de emprendedores jóvenes que por su pertenencia a la generación de los “millennials” o todavía más jóvenes, la llamada “generación Z”, inducen a pensar que el emprendimiento hoy se vincula solamente con los más jóvenes, algo completamente alejado de la realidad.
Whitney Johnson en su artículo, entre otras cosas, destaca los datos facilitados por la Kauffman Foundation que demuestran que para los Estados Unidos el mayor número de emprendedores se sitúa en un rango de edad superior a los 55 años, con una buena experiencia previa y que dichos emprendedores tienen un porcentaje de éxitos que duplica al correspondiente a los emprendedores de entre 20 y 34 años.
El conocimiento de esta realidad debe hacernos revisar las ideas preconcebidas. Por un lado en las empresas que, con una simplificación muchas veces impropia de su peso en la sociedad, expulsan de sus plantillas a personas por causa de la edad, sin explorar caminos creativos para aprovechar su talento que suele perderse.
Por otro lado, plantearse una actividad emprendedora, a partir de los 50 años, es compatible con el éxito, conviene cambiar esa inercia que paraliza a hombres y mujeres profesionales de gran valor para la sociedad.
La experiencia en mercados muy competitivos (por ejemplo Estados Unidos) nos lo demuestra y así lo explica Whitney Johnson, autora de indiscutible prestigio y partidaria de la innovación disruptiva, comenzando por la persona y su trayectoria profesional.
[dt_sc_blockquote type=”type4″ textcolor=”#1e73be”]La personalidad emprendedora necesita un medio para desarrollarse, no ayudas, sino libertad de actuación, sin barreras administrativas innecesarias y sin estereotipos, de su éxito depende el bienestar de todos.[/dt_sc_blockquote]
Autor: Joaquín Solana (Economista)
[dt_sc_hr_medium]Referencias:
- Johnson, W. Entrepreneurs Get Better with Age. Harvard Business Review. June 21, 2013
- Kets de Vries, M. The Entrepreneurial Personality: A Person at the Crossroads. Journal of Management Studies. Volume 14, issue 1, March 1977 (pág. 34-57).
- Westhead, P.; Wrigth, M. (2013) Entrepreneurship. Oxford. Oxford University Press.