
Esta es la letra de la canción de Mocedades que muchos de nosotros recordamos: “Nuevas esperanzas, ver una vida crecer…”
El mundo cambió cuando se descubrió “El nuevo mundo”, esas tierras que Cristóbal Colón no supo identificar como un nuevo continente.
Pensar que todo lo que conocemos es todo lo que hay y que no hay nada más allá de la punta de mis narices, o lo que es lo mismo, más allá de lo que hago, pienso, veo y siento es la condición natural del ser humano, o, al menos, de la inmensa mayoría. Más aventurarse, salir de la zona de confort, como decimos los Coach y comenzar a explorar nuevas formas de pensar, de sentir, de hacer, de tener y Ser es una aventura que siempre nos reportará un nuevo mundo y un nuevo amanecer. Dicho de otro modo, será la fuente de la esperanza, esa esquiva actitud y virtud que necesitamos como el coche la gasolina para andar, para caminar, para seguir adelante, siempre adelante.
¿Y quién quiere a estas alturas de la película conquistar un reino?. La zona de confort, ese espacio que hemos creado en la mente y que tiene su dimensión en lo tangible nos encierra como en un castillo para defenderlo a capa y espada en una escala de apego que con brazo de hierro mantiene nuestra creencia esencial de que todo está bien y nada debe cambiar para que todo siga bien. Más cuando el tsunami aparece en forma de enfermedad o crisis económica, afectiva o circunstancial y arrasa las almenas, rompe las defensas y deja sitiado el castillo sin línea de provisiones nos damos cuenta de la debilidad de nuestra posición y nuestra primera reacción es de desesperanza, comenzamos a pasar de todo y a no creer en nada, pues total, volverá a pasar lo mismo, sin darnos cuenta, sin tomar conciencia de que la vida es un continuo proceso de cambio de ciclos largos o cortos y que estar preparado para ello es nuestra misión si queremos sacarle a la vida todo el jugo que tiene y ser felices.
Conquistar mundos, conquistar amaneceres es la misión de todo ser sobre la tierra. Prepararse para la travesía es necesario y estar en continuo aprendizaje una necesidad con una actitud de aprendiz y mente de principiante para empaparnos de todo lo que llega a nuestra vida, para mojarnos con la lluvia de lo excepcional, ocasional y extraordinario y demostrar la excelencia en lo ordinario y cotidiano, en lo pequeño.
A partir de un momento de nuestra vida cuando estamos en la cima del éxito aún queda un nuevo mundo que conquistar: “El resto de nuestra vida.”