
Una taza de té caliente en invierno es una delicia, pero una taza de té en verano puede ser una pesadilla. No obstante es la bebida preferida en países donde el calor domina la vida y la condiciona, Asia y África nos ofrecen culturas milenarias del té. En estas culturas tomar el té caliente es normal, mientras que en la vieja Europa o el resto de occidente es algo que no se llega a entender en pleno verano. Pero científicamente es explicable pues la sangre fluye a la superficie del cuerpo, se relajan las glándulas sudoríparas y se abren los poros de la piel, sudando, logrando que descienda la temperatura corporal al refrescarse el cuerpo.
Aplicado al desarrollo personal solemos huir, directamente salimos corriendo si nos proponen llevar a cabo alguna tarea de las que podemos denominar calientes. El dolor es una de ellas. Nadie quiere padecer dolor, y el dolor forma parte de la naturaleza y se empeña en llegar y ofrecernos su realidad cuando menos lo esperamos. “Las heces del cáliz” se denominó por algún Santo español. La taza de té caliente en pleno verano no resulta nada apetecible y así se presentan en nuestras vidas innumerables capítulos escritos bajo el amargo sabor de un vaso de hiel. Pero cuando se acepta, cuando se toma la cruz, se lleva a hombros y se integra en nuestra vida nos damos cuenta de que la vida sigue, que la vida no se acaba, que todo es inpermanente y que es liviana la carga al poco de aceptar su peso.
Como inexplicable resultado la aceptación provoca cambios profundos que nada tienen que ver con la resignación. La vida resignada es la vida del sufrimiento, que es una incompetencia como le gusta decir a José María Doria o un “sufro y miento” como decía San José María. La aceptación de la taza de té como remedio al calor no es más que el ejercicio de la libertad personal por trascender mentalmente el momento y aventurarse a experimentar, pues solo de la experiencia nace de la sabiduría que no de la creencia. Creo que está caliente, creo que tendré más calor, pero si me aventuro, si acepto el calor y lo dejo expresarse observaré al cabo de un rato que todo se recoloca de tal manera que cobra un sentido nuevo.
En nuestros pueblos de Castilla nuestros abuelos trabajando al sol solían cerrarse el cuello y las mangas de la camisa en días muy calurosos. Protegidos del sol y aceptando el calor como parte de la fatiga día a día enfrentaban su vida y lograron que el mundo avanzara hasta lo que somos. Cada esfuerzo, cada gota de sudor de esos hombres esforzados y de esas mujeres trabajadores incansables logró que hoy podamos disfrutar de lo que decimos ser y tener. ¿Quién se atreve a decir que su sudor no valió la pena?. Más si lo que quiero es diseñar mi vida como una camino de rosas donde el frescor de la mañana en el rocío y los ligeros vientos en mi cara junto con el agua entre los dedos de mis pies en la playa pretenden ser un continuo y permanente estar me toparé sin remedio con tazas de té de caliente en pleno hastío estival.
Aprender a tomar té caliente en pleno verano nos lo enseñan en Marruecos e India, verdaderos maestros del té caliente. Aprender a enfrentarse en cada momento al mal trago, es aceptar, es tomarse la taza de té con la fe de que pasará el calor, con la esperanza del frescor y con el amor como sabiduría de que lo que hago lo hago por mi propio bien.