Una de las consecuencias del aumento de la esperanza de vida, es la necesidad de permanecer en activo más años que lo que venía siendo habitual en décadas recientes.
Si los demógrafos y estudiosos de los progresos en el campo de la salud nos señalan las tendencias de los próximos años, si, además, la población cuenta con más personas mayores que antes, es indudable que ello tiene un impacto y unas consecuencias sociales de gran calado y no se trata solamente de la sostenibilidad de los sistemas de pensiones.
Los cambios de tendencia se dan en los mercados, en las profesiones, debiendo prolongarse las que puedan ejercerse por no implicar esfuerzos físicos, en las que la edad juega un papel importante (igual que en el caso de los deportistas cuya carrera está acotada).
Existe un problema; las variables demográficas son “variables silenciosas” precisan de atención y de proyecciones, lo que implica construir escenarios y visualizar con racionalidad hacia dónde vamos y ello no suele hacerse y la inmediatez de lo cotidiano oscurece estas cuestiones. Es como si la sociedad cayera en un punto que destacaba Stephen Covey y era dedicar atención a lo urgente y poco importante.
En la vida profesional deberemos tener una actitud proactiva, en la que la palabra, dentro de las posibilidades humanas y acotadas por nuestras limitaciones, será re-crearse.
Llegados a la madurez de más de 50 años, no es conveniente imaginar el futuro como un camino hacia la pasividad, debido a los obsoletos esquemas que todavía perviven en la gestión de personas en muchas empresas.
En realidad, la discriminación por causa de la edad está presente de manera intensa entre nosotros, pero se le presta poca atención, no despierta la crítica de otras discriminaciones evidentes y también nocivas. Estamos ante una de las miopías sociales más acentuadas que, en términos económicos, los agentes sociales, no toman como parte de lo que hay que gestionar con intención de excelencia, simplemente se ignora, pero será por poco tiempo pues las tendencias son irreversibles.
Una sociedad productiva y competitiva necesitará a todas las generaciones, empujando hacia objetivos ambiciosos y ello no pasa por enviar al “no mercado” a hombres y mujeres en plenitud de capacidades, por causa de estereotipos e inercias que los definen como “mayores” de forma excluyente.
La figura del emprendedor mayor crece en otras economías, como en el Reino Unido, Estados Unidos, no necesariamente, siempre, creando start ups tecnológicas sino también aportando criterio, servicios y contenido que toda sociedad avanzada necesita.
La dirección de empresas moderna, la reflexión sobre el hecho de emprender en nuestra sociedad, debe plantearse estas cosas con urgencia. Ya llevamos retraso y aunque los medios dediquen atención a coyunturas del corto plazo, los cambios que se avecinan son de gran calado y requieren inteligencia y libertad de acción.
Por parte de las personas, de los profesionales, también se requiere un cambio importante. Llegados a una edad, con empleo o en busca de uno, deberemos invertir en intangibles, en formarnos, en aprender, para poder ofrecer experiencia y calidad con las nuevas demandas presentes en el mundo laboral.
La creación de empresas, el espíritu emprendedor aplicado cada día y en todo, además de una actitud proactiva, será la mejor respuesta de todos los que entiendan que se ha producido un cambio de época y que la prolongación de la vida, libre de discapacidad, debemos gestionarla.
Joaquín Solana Oliver
(Economista)