Este verano se vuelven a vivir situaciones contradictorias en cuanto al disfrute de las vacaciones se refiere.
Primero están las noticias y la compleja relación con la realidad, difícil de valorar por la mayoría de la sociedad que se vé así asombrada e incrédula con todo y, a continuación las razones para descansar, ver a los amigos, disfrutar de la familia y cambiar de aires.
Se escuchan noticias de recuperación que el gobierno ofrece, junto con las noticias macroeconómicas de la situación de nuestro país como el más activo de la zona euro. Como contrapeso, el hombre de la calle percibe un dudoso aumento de las contrataciones, sólo en empleos ocasionales y sin garantía de continuidad; la venta de pisos que aumenta, a cambio de la bajada de precios de los mismos que aún no confirma el fin de la burbuja inmobiliaria; las noticias de aumento de concesiones de préstamos al consumo e hipotecas, que siguen llegando a los de siempre, los pocos que tienen empleos de calidad en esta crisis interminable, y los funcionarios que pueden acreditar un empleo interminable, por lo menos por el momento. Sin embargo, y como una especie de reacción en contra de esas noticias agoreras, aparecen, como forma palpable de la expresión “que sea lo que Dios quiera”, unas imágenes de las carreteras llenas de coches de los que se van de vacaciones, aunque este año la mayoría va sólo una semana y “a casa de un amigo” o la variante de “al pueblo o la casa de la sierra”. Es una expresión de intento de confianza en el futuro.
También están los que cogerán “algún día o como mucho un finde” porque para disfrutar de vacaciones hay que irse tranquilo y sin la preocupación de si podrán pagarlas, y como será a la vuelta, sobre todo para ese sector de autónomos y empresarios que tantos varapalos han recibido y siguen recibiendo. Pero igualmente deciden con optimismo que “no será tan malo como lo pintan” y toman algún descanso.
Y en este maremágnum, los dos grupos de edad más castigados por la presente crisis: los jóvenes de 25 a 30 años sin empleo, que se van de vacaciones con sus padres o con unos amigos, y los mayores de 50 años que llevan un tiempo buscando empleo o acaban de quedarse sin él, con una familia a su cargo o la hipoteca sin acabar de pagar, y con tantas dudas sobre su futuro que no se atreven a otra cosa que a estar en casa y pasar el calor lo mejor que puedan.
Estos últimos mayores de 50, a los que les gustaría ponerse inmediatamente en marcha a la búsqueda de su actividad profesional por cuenta ajena o propia, se ven obligados a esperar a septiembre porque ahora todo se para.
Para estos también, aunque sea en su casa, recomendamos unas vacaciones, aunque sean cortas, en las que disfrutar de la familia y tiempo libre para pasear y tomar una cerveza. Después, echando mano de la decisión y el esfuerzo personal, hacer lo que nadie puede estorbarte: Prepararte. Es el tiempo de la búsqueda del autoconocimiento, de complementar aquellos aspectos personales y profesionales en los que sabes que tienes carencias, y sobre todo pensar y planear.
Y como una ayuda para los que se sientan incapaces de desconectar, en 50pro hemos dejado un retén de profesionales para que los que necesiten nos encuentren en actitud de “acompañamiento continuado” para que no se sientan ni solos ni desesperados.
Ahora echemos un vistazo a una conversación telefónica real entre un urbanita y un residente en un pueblo vacacional: “Como van estos días por ahí/ Pues antes de las elecciones estaba todo lleno pero ahora no queda nadie, esperemos que vuelvan en la segunda quincena de agosto para las fiestas de la Virgen”. Esta segunda parte es la que necesitamos, gente con optimismo e ilusión porque las cosas cambien.
Bien es verdad que, dado que los seres humanos hemos sido creados para trabajar pero después del “incidente de la manzana” nos cansamos y preocupamos demasiado, necesitamos coger nuevas fuerzas y el descanso estival entendido como cambio de actividad nos conviene para tomar el toro por los cuernos con mas fuerzas y nuevas ideas, es bueno reservar algunos días para el reposo.
Hay que poner de moda la prudente pero optimista expresión de “No hay mal que 100 años dure, ni cuerpo que lo resista”, y poner una sonrisa en la cara y alegría en el ánimo porque, con esfuerzo y ganas, todo se arreglará.