Esta misma tarde he leído una historia que me ha hecho reflexionar, y que quiero ofreceros a vuestra consideración:
Un campesino cansado de la rutina del campo y de tanto trabajo duro, decidió vender su finca. Como sabía que su vecino era un destacado poeta, decidió pedirle el favor que le hiciera el aviso de venta. El poeta accedió gustosamente. El aviso decía: “Vendo un pedacito de cielo, adornado con bellas flores y verdes árboles, hermosos prados y un cristalino río con el agua más pura que jamás hayan visto” El poeta tuvo que marcharse por un tiempo, pero a su regreso decidió visitar a sus nuevos vecinos, pensando que aquél hombre del aviso se había mudado. Su sorpresa fue mayor al ver al campesino trabajando en sus faenas. El poeta preguntó: ¡Amigo! ¿No se iba de la finca? El campesino con una sonrisa le respondió: -No mi querido vecino, después de leer el aviso que Ud. me hizo, comprendí que tengo el lugar más hermoso del mundo.
Independientemente de que el texto del poeta nos parezca más o menos cursi, es cierto que en su fondo es una bofetada que nos obliga a reconocer lo poco que apreciamos las cosas buenas que tenemos en nuestra vida, las veces que suspiramos por tener lo que no tenemos, lo que creemos que nos falta. Todo esto puede ser muy humano, pero no debe llevarnos a una insatisfacción permanente, una falta de optimismo y de agradecimiento por lo que somos.
Esta última apreciación, agradecer lo que somos, es fundamental. Dejemos de pensar permanentemente en lo que tenemos y no tenemos, para pensar seriamente en lo que somos o no somos. Los amigos, la familia, las capacidades y actitudes buenas que nos caracterizan por nuestra forma de ser. También debemos reconocer y trabajar por cambiar los aspectos en los que debemos mejorar, que serán muchos, pero sin que nos supongan una ansiedad que nos inmovilice.
Utilizando una historia en forma de fábula, nos comportamos como pobres osos polares, perdidos en el desierto, sin una sola gota de agua que beber; cuando en realidad somos un camello habituado a un desierto por el que ya ha hecho miles de viajes, y que debe disponerse a atravesarlo con esfuerzo y poniendo en marcha sus mejores habilidades, pero con ánimo y optimismo desde el primer momento. Nunca vencidos de antemano u obsesionados por evitar el viaje, que es totalmente necesario realizar, sino más bien con la ilusión de una nueva experiencia.
Para conseguir el éxito en este viaje, debemos tener en cuenta nuestras fortalezas, que incluyen nuestras capacidades iniciales y las adquiridas, que ponemos en marcha con nuestro esfuerzo personal, que es aún mas importante. Aunque sin olvidar que lo más importante – y que escapa a nuestro control – es la suerte; que no tengamos un tiempo especialmente caluroso, unas tormentas de arena continuadas o que nos encontremos en medio de una guerra en el desierto entre bandas rivales, que podrían llevar al traste nuestros planes en esta nueva aventura.
Ahora bien, saber esta última circunstancia que no controlamos, no nos puede llevar a abandonar nuestros propósitos, sino todo lo contrario, a poner toda nuestra confianza en mejorar nuestras actuaciones anteriores, apoyados en nuestra experiencia y capacidades.
LA AUDACIA NO TIENE NADA QUE VER CON LA PRECIPITACIÓN, LA FALTA DE EVALUACIÓN DEL RIESGO O LA IMPROVISACIÓN.
EL MUNDO ES DE LOS AUDACES, CUANDO ACTÚAN CON SENTIDO COMÚN, UTILIZANDO LA EXPERIENCIA Y LA CAPACIDAD DE EVALUACIÓN. SE VALORAN LAS CIRCUNSTANCIAS PERO SE DECIDE SIEMPRE Y SE ACEPTA LA RESPONSABILIDAD DE LO QUE SUCEDA.