Cuando hace varios años, buscaba inspiración para escribir un libro sobre el tema que me apasionaba en ese momento, y lo sigue haciendo actualmente: ayudar a los senior para que desarrollen habilidades para emprender negocios por cuenta propia; me encontré con una joya: el refranero español.
Dentro de la variadísima gama de refranes, y su significado para cada ocasión, me propuse escoger unos pocos, que fueran los títulos de cada uno de los capítulos. Todos ellos destacaron y me llamaron poderosamente la atención, por los temas que podían desarrollarse al abrigo de su enorme sapiencia.
No obstante, debo reconocer, que uno de ellos es el que más atrajo mi atención, pues no era para mí tan nuevo como otros, sino que lo conocía desde mi juventud. Esto se debía a que mi abuelo materno, gran emprendedor y hombre de preclara inteligencia, me lo había recitado y recordado varias veces, sobre todo cuando yo creía enfrentarme a problemas que podían superarme y para los que no encontraba solución.
El “a grandes males, grandes remedios” me sugería que había que enfrentar las dificultades con valentía y optimismo y, ser capaz de pensar y poner en marcha soluciones atrevidas y nada convencionales.
Desde ese momento, las veces que lo puse en práctica, dieron lugar a grandes éxitos en mis pequeños problemas. Esto me ha dado la confianza para afrontar todas las situaciones con confianza en mí mismo, con optimismo, vamos con lo que hoy llamamos comúnmente como resiliencia.
Esta virtud, que dista mucho de la cabezonería, pues requiere también un análisis frecuente y una evaluación sobre pequeñas adaptaciones a la idea general; actúa de una forma similar a como ocurre cuando un enfermo, aun con una grave dolencia, se empeña en curarse y seguir adelante con toda confianza.
La solución depende en gran parte de cada uno de nosotros, las circunstancias externas influyen pero, en muchas ocasiones, menos de lo que puede conseguir nuestra voluntad.
La resiliencia es muy necesaria en cualquier actividad de la vida, pero lo es aún de mayor trascendencia cuando quien debe actuar es un líder, un alto directivo o un emprendedor profesional. He añadido la palabra profesional al termino emprendedor porque, desgraciadamente hay muchos emprendedores que se lanzan a ejercer como tales por pura desesperación o exceso de confianza, y si no se preparan previamente, pueden tomar decisiones con una falta total de los conocimientos o experiencias contrastadas, que les lanzan a una actividad equivocada donde su resiliencia es realmente simple cabezonería y en la mala dirección.
Esta perseverancia o persistencia y tesón en implantar algo tiene un enorme peligro: la ignorancia de que el camino elegido no es el del camino que lleva al buen destino, sino del que acaba en un precipicio.
En definitiva, como pasa muchas veces en la vida, las decisiones arriesgadas requieren de profundos conocimientos y habilidades para que se conviertan en resultados interesantes. La falta de riesgo nunca producirá brillantes resultados, pero es más cómodo.
Como ya dijo un famoso escritor, directivo y empresario norteamericano: