Un refrán español que todos conocemos dice: “Quien mucho corre, pronto para” o “No por mucho madrugar, amanece más temprano”. Pero a pesar de la enorme sabiduría que encierran estas frases, muchas veces se nos olvida considerarlas, más aún cuando tenemos la angustia de la necesidad o la obsesión de decidir atropelladamente, en concreto, cuando